por Becky Eldredge
Hay momentos en nuestra vida de Oración en la que sentimos que Dios está ausente, o luchamos por sentir u oir a Dios en nuestra oración.
Estos períodos de oración son increíblemente desafiantes especialmente cuando tratamos de discernir. No es sino hasta el período de sequedad en la oración que uno entiende el valor de lo que se siente como el silencio de Dios.
Estos períodos de oración son increíblemente desafiantes especialmente cuando tratamos de discernir. No es sino hasta el período de sequedad en la oración que uno entiende el valor de lo que se siente como el silencio de Dios.
En una conversación con mi director espiritual, celebramos el final del período de sequedad. Así como sacamos el tema de la sequedad, Dije,"fué una Silenciosa Nada, pero fue un todo".
Mi oración se sintió como una Silenciosa Nada. Hubo muchos días en los que me sentí agradecida, sólo con el hecho de tener la mente tranquila. Cuando el silencio venía, no oía nada de parte de Dios. No sólo sentí que no podía oir a Dios, ni siquiera podía sentir su presencia en la Oración. Me ví a mi misma agitada y enojada con Dios. Más que nunca, necesitaba escuchar la voz de Dios. Más que nunca, necesitaba sentir el fuerte tironeo del Espíritu Santo en una dirección. No sentía nada.
Pero la Silenciosa Nada lo es Todo. Solo ahora en restrospectiva, puedo ver que mi deseo por Dios se mantuvo. Con la auda de un director espiritual increíble me mantuve firme en mi oración. Mientras no sentía u oía a Dios en la oración, podía mirar mi vida y enseguida advertir la mano activa de Dios trabajando a través de otros y en la naturaleza. Sabía que Dios estaba allí conmigo . Estaba rodeada de frutos de mi oración., signos de la presencia viva de Dios.
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