miércoles, 25 de julio de 2012

31 Días con San Ignacio - 25 de Julio - El Itinerario Del Discernimiento Personal


31 Días con San Ignacio

Bienvenido a 31 Días con San Ignacio, una celebración de un mes de duración de Espiritualidad Ignaciana. En honor de la fiesta de San Ignacio de Loyola el 31 de Julio, ofreceremos una selección de artículos, Blogs y videos para ayudarte a explorar las riquezas de la Espiritualidad Ignaciana.  





Según San Ignacio De Loyola 

El Itinerario Del Discernimiento Personal 

Entre los numerosos autores espirituales que han tratado del discernimiento, san Ignacio de Loyola ocupa un puesto relevante debido a la experiencia espiritual que tuvo de la alternancia de diversas mociones espirituales a partir de su conversión, experiencia que describió en sus Ejercicios espirituales, los cuales están guiados enteramente por el discernimiento espiritual con vistas a una elección de vida que ha de hacerse para la mayor gloria de Dios (nn. 169-189). Veamos los elementos más destacados de este itinerario:
a) Conquistar la libertad interior, don del Espíritu Santo
Toda predeterminación o prejuicio bloquea el proceso de conocimiento y de búsqueda de la voluntad de Dios. Por eso hay que "vencerse a uno mismo y ordenar la vida sin dejarse determinar por ningún afecto desordenado" (n. 21; 1). No hay que ocultar la dificultad que existe para llegar a una mirada de fe y a un impulso de amor tan purificados. Es preciso estar animado por el deseo del "magis" (n. 23) para emprender este itinerario "con gran ánimo y liberalidad con su Creador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su Divina Majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad" (n. 5). Toda la persona debe dedicarse a discernir entre la diversidad de las mociones espirituales, sobre todo su afectividad profunda para "sentir y gustar de las cosas interiormente" (n. 2).
b) Escucha de la palabra y compromiso dinámicos. 
Dios se comunica mediante la palabra que libera; el hombre debe colaborar con su adhesión personal. Por eso san Ignacio dice: "demandar la gracia que quiero" (n. 91). Por una parte, es preciso pedir, sabiendo que no puede uno dar por sí mismo lo que se busca en el plano de la salvación y de la perfección cristiana; por otra, hay que desear lo que se pide, con una participación comprometida de toda la persona en la acción de Dios.
c) Prontitud para el cambio
El discernimiento supone la prontitud para cuestionarse frente a la interpelación de la palabra de Dios y estar dispuesto a cambiar lo que sea en la vida personal, social o comunitaria. Sólo Dios es lo absoluto y lo inmutable; todo el resto ("las cosas creadas", n. 23) es relativo, y frente a ello "es menester hacernos indiferentes" (n. 23). La indiferencia es la actitud positiva consistente en optar fundamentalmente por Dios y por su plan sobre nosotros, por lo que todo el resto se vuelve innecesario y sólo se acoge en la medida en que sea manifestación de la voluntad divina. Esto implica saber poner en discusión toda opción, preferencia o seguridad que no encuentre confirmación en Dios. Hay que dejarse llevar por el Espíritu, que es fuente de perenne novedad y creatividad. Renunciar al cambio es cerrarse a la novedad del Espíritu, que puede abrir un camino nuevo que nos lleve más cerca de Dios y de los hermanos. Esta prontitud para el cambio, en los Ejercicios, es tratada en el "preámbulo para hacer elección" en dos actitudes, una positiva al cambio y la otra negativa. La primera es la del que se coloca frente al problema de una elección con "ojo simple", solamente "mirando para lo que soy creado, es, a saber, para alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de mi alma" (n. 169). La segunda es la del que invierte el orden de las cosas: primero escoge el medio y luego intenta atraer a Dios a lo que ha elegido (n. 169).
d) La experiencia de consolaciones y de desolaciones. 
San Ignacio describe la resonancia interior que la palabra de Dios y sus mociones suscitan en nosotros, con alternancia de euforia y de depresión, mediante los términos de consolación y de desolación espiritual. 
¿Qué es la consolación espiritual? "Llamo consolación espiritual cuando en el alma se causa alguna moción interior, con la cual viene el alma a inflamarse en amor de su Creador y Señor y, por consiguiente, cuando ninguna cosa criada sobre la faz de la tierra puede amar en sí, sino en el Creador de todas ellas... Finalmente, llamo consolación a todo aumento de esperanza, fe y caridad y a toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su alma, tranquilizándola y pacificándola en su Creador y Señor" (n. 316). 
Se trata, pues, de una experiencia de los "frutos" del Espíritu, de un incremento de las actitudes fundamentales de la existencia cristiana, a saber: de la fe, de la esperanza y de la caridad.
La desolación, en cambio, es lo contrario de la consolación: "Así como oscuridad del alma, turbación en ella, moción hacia las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones que mueven a desconfianza, sin esperanza, sin amor, hallándose del todo perezosa, tibia, triste y como separada de su Creador y Señor" (n. 317). Por consiguiente, la consolación es energía del Espíritu Santo para emprender o confirmarse en una elección dada; la desolación lleva lejos del Señor y es signo de la acción en nosotros del espíritu malo, "con cuyos consejos no podemos tomar el camino para acertar" (n. 318).
e) La dinámica de una elección. 
A través de la experiencia del discernimiento de las mociones interiores se puede llegar a una elección según Dios. Pero ante todo es necesario que el objeto de la elección sea bueno o indiferente (n. 170). Fuera del caso de una intervención extraordinaria de Dios, que nos manifestaría así su voluntad, una elección ha de realizarse a través de una "suficiente claridad y conocimiento por experiencia de consolaciones y desolaciones y por experiencia de discernimiento de varios espíritus" (n. 176). 
Cuanto más profunda es esta experiencia espiritual, tanto más es posible desenmascarar también las "sutilezas" de la acción del enemigo, el cual "se transforma en ángel de luz", insinúa pensamientos aparentemente buenos, pero que luego resultan ser espiritualmente nocivos (n. 332), por lo cual es preciso examinar "el discurso de los pensamientos" para ver si terminan "en alguna cosa mala o distractiva o menos buena" (n. 353). Este proceso, sin embargo, no exime de emplear las energías humanas, a saber: de examinar serenamente los motivos en pro y en contra de una determinada elección, que ha de hacerse en el "tiempo tranquilo", "cuando el alma no está agitada por varios espíritus y usa sus potencias naturales libre y tranquilamente" (n. 177). 
De la elección que ha de hacerse en este tiempo tranquilo, san Ignacio describe un itinerario concreto: 
1) precisar el objeto de la elección; 2) fijar el fin, a saber: Dios y su alabanza, y encontrarse en la indiferencia, pronto a "seguir lo que sintiere ser más en gloria y alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de mi alma" (n. 179); 3) pedir al Señor que oriente las mociones interiores hacia su voluntad; 4) considerar las ventajas y las desventajas del objeto de la elección sólo con vistas al fin; 5) deliberar según motivos razonables; 6) presentar en la oración la elección hecha a Dios para que la confirme (nn. 179-183).


Fuentes: