sábado, 13 de julio de 2013

Quitándonos las anteojeras

Quitándonos las anteojeras


Conduzco casi el mismo trayecto hacia el trabajo cada mañana. Esto significa que mentalmente voy al trabajo en piloto automático sin pensar mucho en la conducción. A menudo hacemos cosas con visión estrecha, en nuestra rutina, sin "ver" realmente que es lo que pasa alrededor nuestro. 
La rutina puede convertirnos en robots y no siempre nos percatamos de eso. Después de todo los robots no saben que son robots. Pero Dios no desea para nosotros que vayamos por la vida como robots, sin mirar mas allá de nuestras anteojeras que nos mantienen centrados en la tarea que estamos haciendo.
Una mañana, paré en un semáforo, Inadvertidamente miré hacia arriba y lo que me llamó la atención fué un cielo brillante con una blanca, larga y delgada nube estirándose a través del firmamento azul. 
Esto me sacudió de mi estado. Me dí cuenta de que mañana tras mañana sólo miraba hacia el frustrante tráfico delante mío, sin dar jamás una ojeada hacia el cielo para ver que el mundo es más amplio que mi trayecto al trabajo.
En los Ejercicios Espirituales, San Ignacio nos ofrece dos maneras de quitarnos estos "modos robóticos". En el primero nos pide que meditemos en "la Trinidad mirando al mundo" y todo lo que sigue, las alegrías y tristezas, la vida y la muerte, el odio y los forjadores de la paz. 
Es una oportunidad para nosotros de ver la imagen completa, desde los ojos de Dios, que el mundo es mas grande que nosotros mismos. Esto me recordó que mientras estaba enojado con el tráfico en mi trayecto al trabajo, alguien tal vez en otra parte del mundo bajo un cielo azul igual que el mío, no tenia "trayecto al trabajo", y estaba probablemente luchando para alimentar a su familia. 
San Ignacio además nos anima a algo que yo le llamo "sensibilidad", esto es, estar más atentos de nuestros cinco sentidos. En el auto yo me vi abierto a una nueva atención a partir del regalo de esta visión del cielo en azul y blanco; pude sentir la temperatura baja de la mañana a través de la ventana abierta; pude percibir el aroma del aire fresco. Sensaciones que nos permiten percibir la presencia de Dios que nos rodea y nos circunda, mas allá de nuestra estrecha percepción.
Cuando miré el cielo azul al borde de mi parabrisas, mis anteojeras fueron removidas y Dios amplió mi mundo un poquito más. Se me recordó que hay un mundo lleno de la presencia de Dios, un mundo al que debo prestar más atención.
Andy Otto

 © 2013 Loyola Press. Used with permission. http://www.loyolapress.com/

0 comentarios: